La vida en el río Magdalena abarca una diversidad de habitantes con conflictos variables. A lo largo de la historia, las intervenciones del estado han desatendido las comunidades ribereñas y, con ellas, sus animales, suelos y plantas. Hoy en día, los pueblos ribereños enfrentan cambios en las rutas migratorias de peces, inundaciones, escasez de alimentos, y contaminación, entre otros.
Los gobiernos han privilegiado a lo largo del tiempo actividades distintas a aquellas de larga historia entre las comunidades ribereñas, como la pesca. En el siglo XVII, fueron los proyectos de navegabilidad; desde principios del siglo XX, son principalmente las presas hidroeléctricas y el transporte de petróleo. Otras actividades como la minería, que contamina el agua con químicos tóxicos, han causado un impacto tremendo.
Pero hay esperanza en el horizonte. Personas que trabajan en la pesca, en el gobierno local y en la investigación diseñan mecanismos para lograr la corresponsabilidad en cuanto a la carga desigual generada por las compañías de extracción, el estado y la industria pesquera. Está en marcha una búsqueda por crear vínculos entre la justicia social y la justicia ambiental.