La ciencia nos cuenta lo que sucede en el ambiente y el por qué, pero no nos dice cómo fomentar el cambio. La justicia ambiental se arraiga en los valores que conectan a las personas con la Tierra y entre ellas mismas. Para quienes participan en la jardinería, la tierra es fuente de alimentos y belleza y une a las personas con el pasado, la fe y la acción.
Las divisiones raciales afectan los clubes de jardinería. Para las personas blancas, los clubes eran actividades sociales dedicadas a los arreglos florales. Las personas afroamericanas, muchas de ellas criadas en granjas, solían evitar los jardines pero posteriormente encontraron en ellos fuentes de espiritualidad y de vínculos con la historia. A medida que cambia la ciudad, los clubes se unen en un interés común por su legado, así como por el impacto que ejercerán sobre el clima en un futuro.
Las personas que participan en jardinería tienen diversas maneras de conversar sobre sus plantas y jardines, y de relacionarse con los mismos; por dicha razón, quien desee hacer de un jardín un sitio de aprendizaje, debe afianzarse en los idiomas, la cultura y las historias de las personas que allí trabajan. Estas últimas revelan nuevas maneras de abordar el pasado de Durham y construir alianzas que permitan invertir en vecindarios abandonados y cambiantes. La justicia debe entender, preservar y enseñar historias de jardinería diferentes.